23 de marzo de 2013

¡We love you Barrabás!



la elección Barrabás encarna la actitud del que
prefiere actitudes que lo dañan a ceder
en el orgullo de dejarse guiar por Jesús
 
        Cada vez que se acerca la semana santa vuelven a mi corazón muchos sentimientos y se reavivan muchas cosas en mi devoción. Entre todas ellas hay una que considero digna de mención como material de reflexión para semana santa.

        La Semana Santa siempre inicia con la alegría y el folklore del domingo de ramos, día muy emotivo y hermoso. Lo que aún no puedo aceptar o digerir sobre domingo de ramos es que esos que lo reciben como rey, que lo alaban, y le gritan ¡viva el rey de los Judíos!, ¡Hosanna!, ¡Bendito el que viene en el nombre del altísimo! Son los mismísimos que el viernes ante Pilato gritan ¡Queremos a Barrabás!, ¡No tenemos más rey que el Cesar!, ¡Yo no conozco a ese Hombre!


        Es la triste y cruda realidad, los habitantes de Jerusalén del domingo y del viernes son los mismos, no hicieron relevo el domingo la gente “buena” y el viernes la “mala”, los que lo alaban y luego lo entregan a la muerte son los mismos.

        Nos regalan una verdad tan clara como amarga, a todos nos gusta el Jesús triunfal, festivo al que es fácil alabar cuando todos lo alaban, el que “hace sentir bonito” a todos nos gusta porque sólo hay que verlo pasar, gritar algo, poner un manto y santo remedio el pasa de largo y a seguir con la vida de siempre (siempre sin compromiso claro). Pero que pocos siguen al Jesús juzgado, al que lleva una cruz a cuestas, al que no basta con ver pasar sino que hay que seguir; al que si aceptamos conocer nos hace correr su misma suerte de condenado. No somos distintos de la gente de Jerusalén, nos encanta el Jesús del día de fiesta pero decimos no conocer al Jesús que va cargando la Cruz.

        Es fácil sentirse creyente en una ceremonia donde todos están de fiesta, también al llevar un rosario o una pequeña cruz al cuello. Es cómodo sentirse "nuevo" luego de un rato de oración carismática donde se ha alabado en voz alta o cuando llevamos una veladora y unas flores. Allí siempre diremos ¡Viva el rey de los judíos!

        Pero cuanto nos cuesta creer en Jesús cuando nos pide llevar nuestra Cruz, cuando nos pide convertirnos del pecado y de la mala vida y como en Jerusalén seguimos contestando ¡queremos a Barrabás!; Cuando hay que elegir entre misa de domingo o cualquier otra actividad seguimos gritando ¡Queremos a Barrabás!, cuando debemos elegir entre ser fiel a nuestra conciencia o “no quedar mal” y pasar la vergüenza de que nos digan persignados seguimos diciendo ¡a Barrabás! Y cuando estamos en un ambiente donde se ofende a Dios y su Iglesia y con un elocuente silencio a las ofensas seguimos gritando ¡a Barrabás!; Al Jesús de la Cruz al igual que en Jerusalén en viernes son pocos los que lo siguen.

        Como en Jerusalén los que decimos amar a Dios y luego lo negamos y lo entregamos al juicio de este mundo somos los mismos y seguiremos siendo los mismos mientras el orgullo nos siga impidiendo convertirnos. Mientras nos siga dando vergüenza decir que somos discípulos del crucificado y que también cargamos nuestra Cruz, mientras nos sigamos amiedando ante el mundo y digamos “no lo conozco” como Pedro, la tragedia de ese día seguirá repitiéndose hasta que Cristo vuelva.

        “El que quiera ser mi discípulo niéguese a sí mismo, tome su Cruz y sígame”, cuando estemos dispuestos a morir para este mundo empezaremos a vivir para la vida eterna. Esta Semana Santa les deseo valor para sacar su Cruz de donde la tengamos escondida y acompañemos al Señor en estos días tan grandes, demostremos al Señor que somos sus amigos, pues dice el refrán “en las malas se conocen los verdaderos amigos”.†

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