la elección Barrabás encarna la actitud del que prefiere actitudes que lo dañan a ceder en el orgullo de dejarse guiar por Jesús |
Cada vez que se acerca la semana santa vuelven a mi corazón
muchos sentimientos y se reavivan muchas cosas en mi devoción. Entre todas ellas hay una que considero digna de mención como material de reflexión para semana santa.
La Semana Santa siempre inicia con la alegría y el folklore
del domingo de ramos, día muy emotivo y hermoso. Lo que aún no puedo aceptar o
digerir sobre domingo de ramos es que esos que lo reciben como rey, que
lo alaban, y le gritan ¡viva el rey de los Judíos!, ¡Hosanna!, ¡Bendito el que
viene en el nombre del altísimo! Son los mismísimos que el viernes ante Pilato
gritan ¡Queremos a Barrabás!, ¡No tenemos más rey que el Cesar!, ¡Yo no conozco
a ese Hombre!
Es la triste y cruda realidad, los habitantes de Jerusalén del
domingo y del viernes son los mismos, no hicieron relevo el domingo la gente “buena”
y el viernes la “mala”, los que lo alaban y luego lo entregan a la muerte son
los mismos.
Nos regalan una verdad tan clara como amarga, a todos nos
gusta el Jesús triunfal, festivo al que es fácil alabar cuando todos lo alaban,
el que “hace sentir bonito” a todos nos gusta porque sólo hay que verlo pasar,
gritar algo, poner un manto y santo remedio el pasa de largo y a seguir con la
vida de siempre (siempre sin compromiso claro). Pero que pocos siguen al Jesús juzgado, al que lleva una cruz
a cuestas, al que no basta con ver pasar sino que hay que seguir; al que si
aceptamos conocer nos hace correr su misma suerte de condenado. No somos
distintos de la gente de Jerusalén, nos encanta el Jesús del día de fiesta pero
decimos no conocer al Jesús que va cargando la Cruz.
Es fácil sentirse creyente en una ceremonia donde todos están
de fiesta, también al llevar un rosario o una pequeña cruz al cuello. Es cómodo
sentirse "nuevo" luego de un rato de oración carismática donde se ha alabado en
voz alta o cuando llevamos una veladora y unas flores. Allí siempre diremos ¡Viva
el rey de los judíos!
Pero cuanto nos cuesta creer en Jesús cuando nos pide llevar
nuestra Cruz, cuando nos pide convertirnos del pecado y de la mala vida y como
en Jerusalén seguimos contestando ¡queremos a Barrabás!; Cuando hay que elegir
entre misa de domingo o cualquier otra actividad seguimos gritando ¡Queremos a
Barrabás!, cuando debemos elegir entre ser fiel a nuestra conciencia o “no
quedar mal” y pasar la vergüenza de que nos digan persignados seguimos diciendo
¡a Barrabás! Y cuando estamos en un ambiente donde se ofende a Dios y su
Iglesia y con un elocuente silencio a las ofensas seguimos gritando ¡a Barrabás!;
Al Jesús de la Cruz al igual que en Jerusalén en viernes son pocos los que lo
siguen.
Como en Jerusalén los que decimos amar a Dios y luego lo
negamos y lo entregamos al juicio de este mundo somos los mismos y seguiremos
siendo los mismos mientras el orgullo nos siga impidiendo convertirnos. Mientras nos siga
dando vergüenza decir que somos discípulos del crucificado y que también cargamos
nuestra Cruz, mientras nos sigamos amiedando ante el mundo y digamos “no
lo conozco” como Pedro, la tragedia de ese día seguirá repitiéndose hasta que Cristo vuelva.
“El que quiera ser mi discípulo niéguese a sí mismo, tome su
Cruz y sígame”, cuando estemos dispuestos a morir para este mundo empezaremos a
vivir para la vida eterna. Esta Semana Santa les deseo valor para sacar su Cruz
de donde la tengamos escondida y acompañemos al Señor en estos días tan grandes,
demostremos al Señor que somos sus amigos, pues dice el refrán “en las malas se
conocen los verdaderos amigos”.†
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