1 de septiembre de 2009

Milagros Inesperados




Bueno, estas vacaciones e andado bastante corto de Internet así que perdonen mi ausencia, pero también me han dado mucho nuevo material. Estuve entre otras partes en el santuario de Fátima en Portugal y Dios me dio allí un grandísimo regalo que les quiero compartir.

Es un pueblo muy sencillo, donde la virgen se le apareció a tres pastorcitos humildes y les pidió oración para prevenir el mundo de grandes catástrofes y providencialmente (acuérdense de las Diosidencias) llegamos en el aniversario de una de las apariciones, el 19 de agosto. Así que esa noche hubo una procesión desde el santuario hasta el lugar de la aparición, como a tres kilómetros del santuario. La procesión fue en la noche, con velas y rezando el rosario (los quince misterios) hasta el lugar.

Los demás seminaristas y los padres no quisieron ir a la procesión y se iban a quedar en el santuario y yo estaba pensando quedarme con ellos cuando vi pasar a una señora muy anciana, encorvada en noventa grados siguiendo a la procesión con su bastón y ayudada por su nieta. Y dije: ¿si esa señora se esta sacrificando por ir como no voy a ir yo?. Y empecé la procesión atrás de la señora.

Después pensé que hace mucho que no le ofrecía un buen sacrificio a Dios y decidí quitarme los zapatos hasta llegar al final. Y comencé a caminar descalzo por el pavimento y las piedras. Luego empecé a ver que todas las personas iban en grupo y que yo era el único que caminaba solo, pero me respondí: “si todos somos cristianos y amamos a Dios no voy solo”, en eso me encontró un compañero del seminario que estaba de voluntario en Fátima y empezamos a caminar juntos (Dios me empezó a mandar mi grupo jejeje).

Mas adelante, voltee para atrás y vi a una niña y espontáneamente le sonreí, para mi sorpresa ella corrió hacia mí y me abrazo y empezó a besarme el brazo y luego el cachete. Para mi sorpresa no era una niña, era una muchachita con síndrome de dawn, luego me agarro la mano y no me soltó hasta que terminó la procesión. Yo me sentí un poco atemorizado de que la familia se molestara, pero todo lo contrario, la familia iba bien feliz y empezó a caminar junto con nosotros (me seguía aumentando el grupo). La familia era portuguesa, pero vivía en Francia de hace 35 años, no hablaban español, ni yo portugués pero nos dimos a entender bien. La muchacha se llamaba Geraldine (Yeyé), era una chaparrita y rubia, con una sonrisa hermosa y pegajosa y cada vez que sentía que le apretaba la mano me abrazaba más y me besaba, para ese momento ni me acordaba ya que iba descalzo.

Luego ella se dio cuenta de que iba descalzo y me empezó a guiar por la parte mas fácil del camino, después fue y le dijo a su familia y todos me iban llevando por lo mas lizo o limpiando el camino y la mama que quito los zapatos para cargarlos ella. la parte mas hermosa de todo fue que la viejita del principio empezó a caminar también junto a mi y que Yeyé la vio y sin soltarme la abraza y la besaba a ella también. Y así se completó la familia que Dios me regalo esa noche: mi compañero del seminario, Yeyé y su familia, la viejita y su nieta que la guiaba.

Les confieso que a esa altura me fue imposible no llorar de la alegría. Pues yo quería ofrecerle un sacrificio a Dios y el en vez de dejarme sufrir me regalo toda esa familia que me iba escoltando hasta el final de la procesión (que en ese momento todavía no sabía que era un sagrario). Y además me sentía privilegiado de llevar a cada lado a dos de las personas más especiales de la procesión, Yeyé y la viejecita, sentía que no era digno de ir en medio de ellas.

Llegamos a un punto donde no se podía avanzar de tanta gente y la mamá me pregunto si era mi primera vez en Fátima, le dije que si y que el próximo día me iba, entonces ella me agarro de la mano y dejo a todos los demás en una banca y me llevo abriendo camino ella hasta el final de la procesión donde estaba el sagrario. Allí le di gracias a Dios por el regalo que me dio esa noche y la señora me dio los zapatos. Cuando volvimos Yeyé corrió y me abrazo otra vez y se puso bien feliz porque traía los zapatos puestos.

Término la oración y toda la gente se empezó a retirar, la mama le dijo a Yeyé que se despidiera de mi, me sorprendí de que lo hizo de la manera mas sencilla, como si nada, pero me gusto el gesto porque si bien me dio mucho amor, no se apego ni hizo drama al despedirnos. Simplemente se despidió y se fue. También el otro seminarista y yo nos fuimos platicando a buscar algún café abierto para tomar algo e irnos a dormir.

Igual que la vez del tren, no nos preguntamos dirección, ni nada, solo vivimos el momento que Dios nos regalo juntos, yo se que alomejor nunca los vuelvo a ver a ninguno de ellos pero no me pesa mi me duele porque se nos vamos a volver a ver en el cielo. Y también aprendí que puedes amar a alguien para toda la vida aunque solamente lo hayas visto una vez.

Bueno, solo era una bella experiencia que quería compartir, gracias a los que la lean y la entienda. Quiero pedirles también que recen por mí, hoy entro a ejercicios espirituales de mes, así que estaré aislado del mundo hasta octubre, un mes a solas Dios y yo. Bueno, gracias por su oración, hasta pronto