17 de febrero de 2016

¡Yo también quiero mi Valla!

            El Papá acaba de regresar a Roma luego de una emotiva visita a México, debo confesar que me ha conmovido más de lo que esperaba este querido “Misionero de la Misericordia”. Algunas de sus homilías me “calaron” y lo que es mejor todavía “rasparon”. Una de las cosas que se me hace impresionante son las vallas humanas que le hacen cuando pasa en el Papa Móvil, particularmente divertida una donde en el ángel de la independencia monjas saltaban de los escalones para alcanzarlo a ver jajaja. La Valla me parece algo tan bello, las personas que te hacen camino, que te… no sé, simplemente sé que yo también quiero mi propia valla un día.

            Dirán que es una simple ocurrencia, no lo es, la idea la traigo de hace rato en la cabeza, pero el Papa me la ha confirmado en estos días, el misionero de la misericordia que tienen su interminable valla.  Y sí quiero una valla cuando me muera!!! jajaja

            Explico de donde mi convicción de querer una valla. En el ritual de matrimonios en la oración universal hay un pedacito que dice a los nuevos esposos que espera que los pobres a los que ayuden los reciban un día en el reino eterno; la pregunta ¿por qué sólo se menciona esto a los esposos? No creo que sea sólo para ellos, toda obra de misericordia hecha al hermano viendo a Cristo en él nos prepara algo similar en la gloria.

            Entonces, haciendo caso al ritual, todo hombre al que tú le hagas misericordia cristianamente en nombre de Dios y que llegue al cielo te esperará allá para agradecértelo. ¿Ven la idea tan hermosa? ¿Por qué ayudar a unos cuantos?, entre más vivas las obras de misericordia más personas tendrás esperándote en el cielo, más conocidos que hablaran bien de ti allá arriba, con unos cuantos añitos de misericordia ¿no pudiera juntar unos cuantos cientos de amigos allá?

            Los digo de verdad, y les invito a que también sientan ese deseo, es hermoso entrar al cielo de por sí cuando muramos; pero ¿no será más hermoso tener muchos “otros cristos” esperándonos? Si me es posible, quiero entrar al cielo de esa manera, con una valla lo más larga posible de todas las personas en las que el Señor me permita vivir las obras de misericordia, con mis ángeles de la guarda de cada lado diciéndome: -mira a ese le diste alimento- , -a aquel lo llevaste al dispensario médico- , -aquel otro es el difunto que te llevaron el mismo día y de improviso y cancelaste una comida para celebrarle misa- ¿de verdad no se antoja llegar al cielo de esa manera?


           Eso precisamente es lo que me ha refrescado en el corazón este Papa Misericordioso que si bien en la tierra las vallas son solo para gente muy santa y grande como Él. En el cielo toda la bola de pecadores arrepentidos que somos nosotros podemos acompletar una, aunque sea pequeña, con las obras de misericordia que hagamos en vida. †

4 de febrero de 2016

Por los que vendrán

        Hace poco más de la semana salieron los muchachos del pre-seminario, mañana recibirán su sotana los del año introductorio, entre ambos grupos tengo la fortuna de conocer de hace tiempo a no pocos de los muchachos. Por esa amistad que ya había y por la que puede crecer si deciden continuar el camino del Señor (hay una profundidad de amistad que sólo puede darse entre sacerdotes) deseo ofrecerles este artículo que baso en una de las ideas que a mí también me movió a continuar el camino del sacerdocio.

        Respondo al mismo tiempo en parte al veneno vocacional que inocentemente muchos sueltan en la frase “se pude servir a Dios de muchas maneras”.

Primero, daría un ejemplo, se puede pescar de muchas maneras: con las manos, con lanza, con caña, si lo desea puede uno mismo atarse a la caña como cebo y lanzarse en mar abierto (les aseguro por lo menos un tiburón como trofeo jajaja), se puede pescar con dinamita; pero quien es profesional suele buscar la manera más efectiva y eficiente, es decir menos esfuerzo más pesca, eso suele ser la red, sea en la orilla o en altamar. En este mismo sentido, uno puede trabajar para atraer almas a Dios de muchas maneras, puede sembrar el evangelio de mil distintas, el que llega a la conclusión del sacerdocio como método para hacerlo ha descubierto la manera más efectiva de hacerlo.

Segundo, quien se atreve a vivir esta experiencia generalmente ya es gente de Iglesia, gente de apostolado o servicio y me atrevo a asegurar que ya descubrieron que aún en el mejor apostolado de un laico cuando uno evangeliza hay una pieza, el último paso del camino donde uno no puede intervenir, donde si lo hace uno sólo, el camino hacia Dios “queda flojo”. Para el que disfruta de servir a Dios enteramente, hay algo que no queda pleno en él hasta que la vocación llena ese hueco. Un hueco que no lo llena un acto sólo espiritual al evangelizar, sino un acto divino, pero físico, palpable, de carne y hueso.

Ese hueco en el evangelizar sólo lo llena un sacramento, un sacramento que sólo puede ser dado por un “ungido” que da “lo que a su vez ha recibido”

Explico, cualquier persona puede hablar a otra de la salvación, del pecado original, del arrepentimiento, de que Dios nos ama profundamente y que nos puede adoptar como sus hijos y darnos la vida eterna, pero las palabras quedarán sólo como palabras si no hay un sacerdote que con un acto palpable, bautizar, les borre ese pecado y los haga DE VERDAD hijos de Dios. (tecnicistas sé que un laico puede bautizar pero no arruinen el momento jajajaja ) .

Cualquier laico puede hacer consciente a otro de su mala vida, de sus faltas ante Dios, pudiera hacerlo de verdad sentir asco y repugnancia de sus pecados y moverlo a derramar las lágrimas más puras de arrepentimiento. Pero el último paso, el perdón por medio del sacramento sólo puede darlo el sacerdote (aún el más indigno), sin el sacerdote todo el proceso queda a medias.

Pudiera cualquiera hacer sentir al hermano el vacío de Dios en su vida, hacerle sentir que su alma muere de hambre si Jesús no la habita, pudiera enamorarlo hasta el éxtasis de la persona de Jesús pero sólo el sacerdote puede hacerlo bajar en la carne para que el hermano lo conozca cara a cara y llene el vacío del alma con Jesús como alimento.

Todos podemos consolar al hermano que pronto va a dejar este mundo y partir al próximo, podemos hablarle de las grandezas de la gloria y la misericordia divina e incluso borrar de él el miedo a la muerte. Pero solo es que es “puente” entre lo divino y lo humano puede enviarlo perdonado de sus faltas a su Juicio, fortalecido en el alma y el cuerpo con la unción y con el Señor mismo como alimento para su último viaje. Sólo el sacerdote puede darle esa firmeza y seguridad. Sólo el sacerdote pudiera animarse a decir, “yo he mandado esta alma al cielo”.

Les dejo los Sacramentos que faltaron de tarea (jajajaja) para que los descubran y tengan el mismo gusto que yo tuve al descubrir la diferencia pequeña pero abismal que hace el sacerdote en cada sacramento. Este es el regalo que sólo nosotros tenemos y si él todo acercamiento del alma a Dios queda inconcluso, queda a medias, así como la salvación estuvo a medias hasta que Dios mismo tomó cuerpo.


Hay muchos allá afuera acercando almas a Dios, bien por ellos y por el Reino, pero somos pocos los que estamos al final de ese camino donde siempre será necesario un sacramento; por ustedes los que vendrán, los que también han sido llamados ofrezco este artículo, para que entendamos un poco más el privilegio al que indignamente hemos sido invitados y no puede realizarse “de muchas maneras” sólo al modo del Sumo Sacerdote.

P.D.: con afecto y esperanza para los de pre-seminario e introductorio