El Papá
acaba de regresar a Roma luego de una emotiva visita a México, debo confesar
que me ha conmovido más de lo que esperaba este querido “Misionero de la
Misericordia”. Algunas de sus homilías me “calaron” y lo que es mejor todavía “rasparon”.
Una de las cosas que se me hace impresionante son las vallas humanas que le
hacen cuando pasa en el Papa Móvil, particularmente divertida una donde en el
ángel de la independencia monjas saltaban de los escalones para alcanzarlo a
ver jajaja. La Valla me parece algo tan bello, las personas que te hacen
camino, que te… no sé, simplemente sé que yo también quiero mi propia valla un
día.
Dirán que es
una simple ocurrencia, no lo es, la idea la traigo de hace rato en la cabeza,
pero el Papa me la ha confirmado en estos días, el misionero de la misericordia
que tienen su interminable valla. Y sí
quiero una valla cuando me muera!!! jajaja
Explico de
donde mi convicción de querer una valla. En el ritual de matrimonios en la
oración universal hay un pedacito que dice a los nuevos esposos que espera que
los pobres a los que ayuden los reciban un día en el reino eterno; la pregunta ¿por
qué sólo se menciona esto a los esposos? No creo que sea sólo para ellos, toda
obra de misericordia hecha al hermano viendo a Cristo en él nos prepara algo
similar en la gloria.
Entonces,
haciendo caso al ritual, todo hombre al que tú le hagas misericordia
cristianamente en nombre de Dios y que llegue al cielo te esperará allá para agradecértelo.
¿Ven la idea tan hermosa? ¿Por qué ayudar a unos cuantos?, entre más vivas las
obras de misericordia más personas tendrás esperándote en el cielo, más
conocidos que hablaran bien de ti allá arriba, con unos cuantos añitos de
misericordia ¿no pudiera juntar unos cuantos cientos de amigos allá?
Los digo de
verdad, y les invito a que también sientan ese deseo, es hermoso entrar al
cielo de por sí cuando muramos; pero ¿no será más hermoso tener muchos “otros
cristos” esperándonos? Si me es posible, quiero entrar al cielo de esa manera,
con una valla lo más larga posible de todas las personas en las que el Señor me
permita vivir las obras de misericordia, con mis ángeles de la guarda de cada
lado diciéndome: -mira a ese le diste alimento- , -a aquel lo llevaste al
dispensario médico- , -aquel otro es el difunto que te llevaron el mismo día y
de improviso y cancelaste una comida para celebrarle misa- ¿de verdad no se
antoja llegar al cielo de esa manera?
Eso
precisamente es lo que me ha refrescado en el corazón este Papa Misericordioso
que si bien en la tierra las vallas son solo para gente muy santa y grande como
Él. En el cielo toda la bola de pecadores arrepentidos que somos nosotros
podemos acompletar una, aunque sea pequeña, con las obras de misericordia que
hagamos en vida. †