21 de marzo de 2010

A Dios lo que es de Dios


Esta frase de Jesús en el evangelio «Pues bien, lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios» (Lc. 20,25) me parece tan hermosa y profunda y es tan usada de modo erróneo o parcial que cuando lo escucho me enciendo de coraje.

Hay que diferenciar el mal uso que s ele aplica a esta frase del verdadero que tiene. Cotidianamente es utilizada de excusa para justificar que la iglesia no tiene papel en la vida pública, o que la fe no tiene que influir en nuestra vida cotidiana ante la sociedad, también como pretexto para excusarse cuando no se quiere involucrar la vida en lo que se dice “creemos”.

En el evangelio, la frase es la respuesta de Jesús a los fariseos que le ponen una trampa para acusarlo con los romanos: Y le preguntaron: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud, y que no tienes en cuenta la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Nos es lícito pagar tributo al César o no?» Pero él, habiendo conocido su astucia, les dijo: «Mostradme un denario. ¿De quién lleva la imagen y la inscripción?» Ellos dijeron: «Del César» (Lc. 20,21-24)

Jesús sabe que lo querían engañar pero el sabe responder de modo que les reprocha su hipocresía y les hace su propia cerrazón de mente, ¿de quien es la imagen y la inscripción?, ellos contestan y Jesús es contundente en la respuesta. Den al cesar la imagen y la inscripción que le pertenecen a él; y (interpretación de este servidor suyo) ¿de quien es la imagen a la que estamos hechos y la ley inscrita en nuestro corazón? de Dios, entonces a darle a Dios también lo que le pertenece, nuestro ser y nuestro corazón.

Darle la imagen suya que hay en nosotros significa, que lo que nos hace semejantes a él, la libertad, el poder amar y el poder conocer, deben de ponerse al servicio de Dios. Darle su inscripción significa que la debemos de obedecer con amor la ley que Dios ha puesto en nuestro corazón, que también se conoces como conciencia, por lo tanto no tenemos derecho a no ver pecado en cosas que si lo son y viceversa.

Me despido y los invito a que ahora que sabemos el verdadero significado de la frase demos al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

15 de marzo de 2010

Me Levantare y volveré a mi Padre


Hoy quiero recordar este hermoso pasaje del evangelio, el hijo pródigo (Lc. 15, 1-3,11-32) les recomiendo que lo lean en el vínculo antes. Lo he estado reflexionando estos días y me ha vuelto a sorprender descubriendo en él cosas nuevas o las mismas de siempre pero que no había notado de ese modo. Sobre todo como es de similar la imagen del hijo menor a la que podemos vivir como humanidad en este tiempo.

Como vemos el hijo se cansa de vivir a la sombra de su padre, de tener que disponer de todas las riquezas que posee según las “reglas” que él le ha “impuesto” y le pide la parte de la herencia que es suya para irse a disfrutar de la riqueza y los dones como mejor le parezca a él, la biblia es clara, como un libertino (distinto de la verdadera libertad).

Al tiempo las riquezas, lejos de su fuente, se agotan, vienen cosas nuevas que el joven jamás había experimentado: hambre, soledad, desprecio y esclavitud. El joven, que se fue de su padre para ser libre termina siendo un esclavo. Es tratado por debajo de lo que es, el hijo de un gran hombre para ser tratado como un cuidador de puercos donde ni siquiera se preocupan de que coma él sino los puercos. Su vida de “rey” lo llevo a ser un igual con los cerdos (que para los judíos era el ser mas despreciable e impuro).

Pasemos a las conclusiones que sacamos de esto: primero, pedir la herencia en vida es como declarar que para él el padre está muerto; segundo, los dones lejos de su fuente se agotan tarde o temprano; tercero: las riquezas y los dones tienen su manera de usarse y disfrutarse y debe respetarse para que perduren, la “libertad” sin responsabilidad los agota; quinto: el que se aleja de Dios (el padre) para poder ser libre, termina viviendo como esclavo de algo.

Todo esto es tan similar a lo que vemos en la vida cotidiana; primero declaramos a Dios muerto en nuestra vida y en nuestro mundo, “Dios ha muerto afirmo Nietzsche”, y queremos disponer de los dones que el nos Dios como nos venga en gana en un país lejano: el mundo del libertinaje. Al final sin Dios todos nuestros dones se agotan: la naturaleza, la familia, el sentido común, la dignidad, incluso la religión si la vivimos sin Dios. Y terminamos siendo esclavos de las mismas situaciones o dioses que creamos; y al final terminamos como humanidad al nivel de los animales, negándonos entre nosotros mismos hasta lo mas básico porque hay otros intereses de por medio (como los puercos para el patrón). Al final termina faltándole todo lo que jamás falto en su propia casa y tiene que degradarse para conseguir migajas de lo que fue y lo que tuvo al lado de su Padre.

Cualquier parecido con la realidad actual no es coincidencia. Hasta aquí va la historia, el final lo conocemos pero cada quien como dice el hijo, entre en si mismo y valore su vida y diga: “me levantare y volveré a mi Padre”, el sigue allí esperando a que volvamos a su (y nuestra) casa.

9 de marzo de 2010

La Importancia de no ser Importante


Quiero meter esta idea como algo necesario en la vida cotidiana del sacerdote que a fin de cuantas es un representante de Cristo en medio de las personas. En ese sentido, todo el trabajo del sacerdote es hecho en nombre Jesús y todas sus obras buenas llevan como fin que las personas puedan acercarse al verdadero Pastor que es a quien el representa.

En este sentido es clave que el sacerdote, cuando trabaja, trate de no darse a si mismo. La gente debe sentirse atraída por Jesús y no por él. No es una cosa facil de lograr del todo, pero solo así se evitan confusiones y el corazón de las personas llega a quien las puede sanar y hacer felices (no el sacerdote, sino Jesús).

Casos de los contrario se pueden ver cuando si no somos atentos, las personas empiezan a seguir al sacerdote por las parroquias a donde lo muevan, siguiéndolo porque “habla muy bonito” o cualquier otra cosa. Pero el corazón se va cerrando a escuchar a Jesús de boca de cualquier sacerdote. Del mismo modo puede suceder que cuando llega un sacerdote nuevo a una parroquia la encuentra vacía porque el otro padre se llevo hasta a la secretaria y la cocinera con el y tiene que luchar con la sombra del “otro padrecito”

Por eso lo sacerdotes debemos recordar esa importancia de no ser importantes, el importante es a quien representamos, nosotros solo somos instrumentos y debemos recordarlo siempre a nuestros fieles. Y las personas deben recordar que los sacerdotes somos solo instrumentos y que vamos y venimos, van a la iglesia a buscar a Dios, no al padrecito “bueno”. Aunque ciertamente el buen sacerdote hace más fácil hallar a Dios, pero el sacerdote nunca debe ser la excusa (conveniente) para alejarse de Dios y de la Iglesia.

Bueno, nos vemos pronto y pidan por nosotros sacerdotes y los que estamos en camino de serlo para que no olvidemos en nuestra misión la importancia de no ser importante.