9 de octubre de 2014

Indigentes Espirituales… y además embarazados

En este artículo he pensado en muchos que comulgan, comulgan y comulgan pero jamás sienten la necesidad de pasar por un confesionario antes de recibir al Señor. Muchos salen en su defensa de que  se confesaron con “Dios”, que de que confiesan luego; pero la más recurrente es que simplemente “les nace” comulgar y eso les basta. Más que hacer todo un tratado doctrinal sobre la Eucaristía y los sacramentos quiero aportar una idea muy sencilla para los que se justifican en que “les nació” comulgar aunque saben que no están en gracia (católicos embarazados diría el padre Juan).


Pongamos una Idea simple, imaginemos que alguien a quien admiramos o que apreciamos mucho nos cae de visita a nuestra casa estando recién levantados (las mujeres pueden imaginar que las visita el novio); que los halla en fachas totales, despeinados, sin bañar, lagañosos, etc, etc; y para acabarla de amolar, con la casa patas para arriba de cochinero. ¿Recibirían a esa persona especial en ese estado? Me atrevo a pensar que no, le dirían que se sienten mal, o que venga en un ratito en lo que se preparan. Lo que está claro es que al no recibirle de esa manera tiene claro que le están mostrando más respeto que si le recibieran así. Hay más respeto en no recibir a alguien apreciado en un lugar y estado indigno que en recibirle.

Con la Eucaristía para lo mismo, es Jesús el que viene de visita a nuestra alma, merece que le recibamos en un lugar digno, QUE SE HALLA PREPARADO, no basta el deseo, sino una preparación espiritual digna que inicia por limpiar el alma de las ofensas graves por medio de la confesión. Hay más respeto en no recibir a Jesús cuando sabemos que hay pecado grave y que perdimos la gracias que en recibirlo con ligereza por simple sentimentalismo. No es que sea malo sentir, pero el sentimiento verdadero de querer recibir a Jesús siempre lleva a un deseo de arrepentimiento y reconciliación.

“yo siempre que lo recibo me siento bien independientemente de si me confiese o no” dirán otros. Los que hablan así me recuerdan a los vagabundos (con respeto para ellos jejeje) que han perdido noción de la higiene personal; pueden andar sin bañar, orinados, con caca seca en los pantalones y se mueven por el mundo con una naturalidad y alegría que ya la quisiéramos muchos. Para ellos ese estado es tan natural (han perdido la sensibilidad y olfato a su estado) que se acercan a otros como si lo normal es que nadie perciba su aroma, es feo, pero aún con la mejor intención, es para la otra persona difícil (cuando no asqueroso) tener cerca a alguien curtido en suciedad.

Los se sienten bien comulgando sin importar el estado del alma son como indigentes del espíritu que hace mucho perdieron la sensibilidad al pecado y poco les interesa (o ni se enteran) de que la única cosa que Jesús no comparte con nosotros es el pecado. Es verdad ama a los pecadores, pero arrepentidos del pecado, no a los acostumbrados al pecado.

Si ni habíamos pensado en todo esto, de ahora en adelante que todas nuestras comuniones sean dignas, que Jesús nunca entre en nosotros sin habernos preparado. Y ayudemos a muchos que andan por allí apestosos a pecado pero que ya no lo sienten para que el deseo de recibir a Jesús vaya acompañado de un respeto a su Divinidad. †



P.D. : aclaro para los fanáticos de la corrección política, social y religiosa, el ejemplo no busca denigrar a ningún mendigo ni en lo material ni en lo espiritual; simplemente usa una situación habitual de esa condición de vida que ejemplifica una situación más grave de muchos que andan muy bañados pero con collar de mugre en el alma. (si usted se indignó probablemente traiga uno)

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