Para
que no se enfríe el tema de los Papas, al menos en mi cabeza, he dedicado
muchos ratos a revolver mi mente tratando de hallar el hilo con el que el
Espíritu Santo está tejiendo este momento de la historia. No trato de hallar
nombres de cardenales, sino la personalidad o señales que pueden acompañar a
ese hombre. Si alguna de mis teorías sale correcta quizá la comparta luego
jajajaja, mientras tanto obediencia a la Iglesia y confianza al Espíritu Santo.
Sin
embargo hay un dicho que dice: “la vida sólo puede vivirse viendo hacia el
frente, pero sólo se comprende viendo hacia atrás” en este sentido he hecho
memoria y re investigado sobre el escudo de nuestro gran pontífice, Benedicto
XVI. He notado que la simbología de su escudo de armas, ahora que estamos a 6
días de que abdique, en verdad ha sido el signo que ha distinguido todo su
ministerio papal.
El
escudo de Armas, recordemos, es la insignia que solía distinguir a los
guerreros en el campo de batalla y trataba de plasmar los ideales o cualidades
de su portador. Ahora, habiéndole dado una mirada al Escudo papal y haciendo
eco a la Explicación que el mismo vaticano da (aquí
el artículo) mis conclusiones sobre lo que trasmite.
Al
centro la concha: la concha, o venera, es un signo muy antiguo en la Iglesia
que nos recuerda nuestra condición de peregrinos en este mundo, en el cual no
hay que hacer nuestra morada. Nos recuerda su santidad que él no se
sentía instalado en la silla de Pedro, sabía que como creyente, también él está
de paso en este mundo. Además la venera se asocia siempre al Apóstol
Santiago el mayor, curiosamente el primero de los apóstoles en derramar su
sangre por el Señor. Nos recuerdan los Hechos de los Apóstoles que el rey Herodes
pasó a cuchillo a Santiago para agradar a la muchedumbre. En nuestro siglo, la
monarquía absoluta de los medios de comunicación nunca se cansó de atacar al
Papa, de martirizarlo en vida, para agradar a la muchedumbre, para sintonizar siempre con el espíritu del
mundo. Y halló siempre en la firmeza de Benedicto, el entremés favorito para
satisfacer a las masas. No es casualidad que la concha esté puesta en el fondo
rojo, color del martirio.
El
Oso, es una anécdota de un Obispo alemán, que al ir a Roma es atacado por un
Oso que mata su caballo, el santo doma al Oso y lo hace llevar su equipaje
hasta Roma. Benedicto nunca ocultó el no sentirse cualificado (humanamente)
para llevar la barca de Pedro, pero como el Oso, acepto obedientemente peregrinar
hacia Roma, llevando la carga de su Señor. Ha llevado su carga hasta su
destino y la ha regresado a su legítimo Dueño, sabía que el Oso no es un animal
para largos viajes como el caballo, sin embargo de buena gana ha sabido
confiarse al plan divino.
La
Cabeza del Turco, el más interesante de los signos, pues el mismo artículo del Vaticano señala que lo pone como signo porque siempre ha estado en el escudo de
los obispos de Münich, pero no da más detalles. Hace días supe (y es lo que dio
vida a este artículo) el significado que se le da coloquialmente en algunas
regiones a la Cabeza del turco, lo cito tal cual lo he encontrado en Wikipedia,
aunque mi fuente original ha sido otra:
"Se denomina Cabeza de turco a una persona o grupo de ellas a quienes se quiere hacer culpables de algo de lo que no son, sirviendo así de excusa a los fines del inculpador. De manera más específica, se emplea este apelativo para calificar a aquellos sobre quienes se aplica injustamente una acusación o condena para impedir que los auténticos responsables sean juzgados.”
Ni
más ni menos, ese ha sido para el mundo y para muchos grupos, el papel
privilegiado del Papa Benedicto XVI, ser la cabeza del turco o el chivo
expiatorio del mundo entero. Así él ha sido el culpable de la segunda guerra
mundial, del holocausto, del sida en
áfrica, de la hambruna mundial, de la crisis del 2009, de la “epidemia” de
pedofilia, del tráfico de armas mundial, de la “homofobia” y de toda calamidad
que azote al género humano. Ha sido el cómodo “culpable” con que han desviado
la atención de los verdaderos culpables de todos esos males.
Doy
gracias a Dios por que nos mandó un Papa tan grande en Benedicto XVI, el tiempo
y la historia serán justos, y le darán un lugar entre los grandes de la
Iglesia. El Espíritu Santo le dejó elegir los signos que de verdad marcaron su
pontificado, la cruz y el martirio en vida; la caridad y la claridad en su
mensaje, que como verdadera palabra de Dios, nunca fue de este mundo y le mundo
no quiso recibirla. ¡Larga vida al Papa! †
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