Tomando afición por describir
distintas maneras de vivir la fe, hoy les vengo a presentar un nuevo tipo que
he identificado ya de hace un tiempo, la fe
de la Culebra, no, no es que las culebras tengan fe, de hecho desde génesis
las culebras y la fe no han tenido muy buena relación, si no me creen
pregúntenle a Adán y Eva jejejeje.
Lo que sucede es que este animal
tiene una cualidad interesante, la de mudar de piel cuando la piel esta
envejecida o ya no le es útil. Cualidad que comparte con “creyentes” que de
igual manera desechan su “fe” cuando esta deja de ser útil, o al menos fácil de
vivir. Resulta entonces, que no son pocos los que en la juventud frecuentan un
grupo o una capilla durante años, pero cuando llega la edad de ir a la universidad,
de cambiar de casa o simplemente de contraer matrimonio, abandonan, de manera
automática, sin el menor remordimiento ni reflexión toda práctica
espiritual, desde la misa, la comunión hasta la confesión. Me recuerdan así a
las culebras que se arrancan la piel cuando ya no sirve.
Lo que sucedió es que la fe era
parte de la rutina de la vida, no de la vida misma, cambia la rutina, cambia la
fe, porque sólo se llevaba por encima como un barniz. La fe no tenía raíz solo
hojas como la higuera del evangelio y las hojas se caen cuando pasa el tiempo.
Se miran estos en creyentes que
dejaron su tierra para venir al norte a probar suerte, en sus pueblos eran
devotos creyentes, al llegar al norte dejan de practicar la fe, como si jamás
hubiera existido; se ven en gente que sirve a un sacerdote, llega el día del cambio
y ya no van a misa, ni comulgan mas, porque el otro “hablaba mas bonito”; se
miran en jóvenes que al llegar a cierta edad, si no pertenecen a un movimiento
no frecuentan las cosas de Dios ni la Iglesia; se encuentra en aquellos que,
después de años de pertenecer a un apostolado o grupo o coro o etc., si el
grupo deja de funcionar no sienten motivo para seguir en la Iglesia, ni para
recibir el cuerpo de Cristo. Está en aquellos que hoy viven su fe cómodamente
pero no han notado que carece de raíz.
Se llega a la fe de la culebra,
cuando no se tiene esta enraizada en la Iglesia, ni en los sacramentos, ni en
la doctrina; La fe de la culebra es como un árbol enorme pero carente de
raíces, cualquier viento lo tumba y curiosamente entre más grande mas fácil cae
y más difícil se levanta. Es la historia de aquellos que tienen “mucha fe” pero
no en la doctrina, no en los sacerdotes, sino en actos de devoción, cualquier
prueba se las destruye.
Por ello, les invito a que nuestra
fe baje de la piel al corazón, que no sea una piel que se puede arrancar sin
problema, sino una raíz de la que nos alimentamos y recibimos nuestra fuerza,
una fe que sostiene el resto de nuestra vida, y que no se seca ni se muere
aunque en ocasiones carezca de la belleza de las hojas y de los frutos. Si la
raíz no existe, la fe, como un árbol, caerá aun con toda la belleza de sus frutos
y la frescura de sus hojas. Mientras la raíz esté viva, la fe siempre resurgirá
de su sequedad y siempre se tendrá la esperanza de los nuevas flores y los
nuevos frutos. †
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