Hoy mi intención no
es cuestionar a este evento mexicano, sin embargo la incurable costumbre de
estar leyendo entre líneas me lleva a hacerme unas reflexiones que deseo
compartir.
Sin cuestionar
otros intereses que se involucren en él, la idea que mueve al Teletón, es buena
y loable; sin embargo tristemente, en ocasiones tendemos a hacer separaciones
ilógicas en la mente entre eventos e ideas que mueven nuestra vida. Explico, no
entiendo que en la misma ciudad y la misma gente que en Teletón lloran por
ayudar a niños especiales, les llama angelitos, personas valientes, valiosas, y
les hacen documentales, lloran con su ejemplo y demás mercado de sentimientos
fugaces, si bien no malos. Al ver a ese mismo niño en un ultrasonido o una
ecografía tan sólo unos meses antes, con toda la frialdad del mundo y hasta con
una hipócrita satisfacción de sentirse con un pensamiento moderno y plural,
dicen: —Señora, su “producto” viene con malformación, abórtelo, para que vive
una vida indigna—, o —Hay comadrita, que caso tiene que venga a sufrir al
mundo, mejor háganse un favor los dos— o muchas otras frases que me repugnaría
repetir pero existen.
Lo peor es saber
que esa gente inmediatamente después va y se sienta tranquila frente al televisor
a llorar viendo el Teletón, y satisfechos en su corazón porque ELLOS lo
hicieron posible con unas monedas echadas en un bote. Quien decidió que al
ponerlos en una pantalla son héroes, son ángeles, pero antes de nacer, en un
ultrasonido son un “estorbo”, son “disminuidos”. Perdón, pero aún si muchas
personas son inconcientes de ellos no puedo soportar esa incongruencia tan
grande.
¿Tiene futuro el
Teletón? No, la ciudad y la gente que lo organiza decidió que es legal asesinar
a sus protagonistas si aún no han visto la luz de este mundo. La leyes de gente
sin conciencia decidieron que serán ángeles al nacer, sólo si tienen la suerte
de tener una madre que los considere tales desde que lo tenían dentro de ella.
Aquellos que no gocen de tal suerte, nunca llegaran a ser ejemplos de vida,
nunca arrancarán lágrimas en una pantalla o monedas de una billetera, se
conformarán con ser arrancados a pedazos del que debía ser su santuario, se
conformarán con acabar en un basural como desecho de una ideología que se otorgó
el derecho de darles o no la vida en función de si estaba o no en los planes de
este mundo y de sus padres.
Y existe esta
ciudad, la ciudad que permitió que mataran a sus habitantes, la ciudad que
manchó de sangre las manos de las madres, la ciudad del pensamiento moderno, y
que deshonra el título de capital de nuestro México. Esperemos que un día despierte y si esta
ciudad ha matado al Teletón, que deje de matar a sus propios hijos. †
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