16 de diciembre de 2013

Una Ida y una Vuelta, un viaje inesperado

        Como siempre eso de los viajes siempre sale mejor de lo esperado, y hay cosas extrañas que definitivamente sólo a mí me pasan; esos son sin embargo momentos que llenan el alma de alegrías y dan sabor a la vida y hacen a Dios cercano es una mística de la vida cotidiana.

La semana pasada tuve un viaje relámpago a Culiacán a casar a una querida amiga de tiempos de la prepa, que por demás tenía 12 años sin ver. Dejando de parte la belleza en sí misma de los reencuentros con amigos de aquellas épocas, el viaje de ida en sí mismo fue toda una aventura épica.

El vuelo lo tenía ya de tiempo listo para salir de Tijuana el viernes 5 de dic a las 4:10 Pm. Todo iba de acuerdo al plan hasta que nos llegó un difunto de última hora (valga la redundancia) a las 11:00 de la mañana de viernes, y me tocó celebrarlo pues el padre ya tenía actividad agendada. Viendo que 4 horas no sería suficientes para llegar del valle a Tijuana contando que iba en autobús llamé a la familia del difunto y les pedí media hora más temprano la misa, gracias a Dios accedieron. Celebré la misa al modo habitual (aunque mi agenda se esté cayendo a pedazos la misa se celebra a su ritmo) a las 11:10 salí de la misa en sólo 50 min. Salí del valle llegué a recoger a los que me iba a cuidar el carro y llegué a la central. No había camión hasta la una (demasiado tarde para mis planes que era estar en Tijuana a las 3:00 cuando mucho) corrí el puente peatonal a la estación de los transportes de Guasave, alcancé un camión que “estaba por salir” y a las 12:10 estaba sentado en el autobús (agenda en orden hasta allí).

Aquí empieza la tragedia, los camioneros, iban a su ritmo, con atole en las venas y además noviando y la vida y tiempo de los pasajeros giraban en torno a la de las dos “muchachonas” que iba adelante. Salieron cuando les nació, se pararon a echar gasolina y de pasaba bajar a las señoritas a que compraran lo que desearan y  al ritmo de los enamorados, LENTO. Mientras mi paciencia iba de un hilo. Por fin era la una y algo cuando pudimos salir de la ciudad, pensé (aún estamos en tiempo).

Al llegar al retén militar de la rosita era como la 1:30, el problema, había 7 camiones delante. Recordemos, en el retén camión por camión, bajan a todos, sacan las maletas de abajo, las pasan por detector de rayos x, las vuelven a subir, y cachean a los que tienen mala pinta. Bueno, el asunto, además de los 7 camiones, en el mío venías como 6 señoras con chicas maletas y que apenas podían con su alma y dos buchoncillos que pedían a gritos ser revisados. Medí tiempos y note que sentado en el camión no llegaría a tiempo. Después de pensarlo un rato me bajé del autobús.

Corrí al de mero adelante y le pedí el favor de llevarme, me dijo que iba a ensenada, si no fuera por eso con gusto. En eso me aborda el militar pues pase el retén corriendo a pié en medio de ellos jajajajaja, le expliqué la situación y  a que iba a Tijuana y a Culiacán y me pidió mi credencial de sacerdote. Le Expliqué mi desesperación a grado tal de no parar autobuses sino automóviles; me dijo sereno, —¿automoviles? Si quiere le ayudo—. Imaginen la escena del militar deteniendo carros y preguntando quien podía llevar de raite un cura en apuros. No tardó en hallármelo, una pareja con su niño, pero salió peor el remedio que la enfermedad. Primera cosa sospechosa, no se dejaron saludar y muy a fuerzas les pude sacar el nombre al presentarme. Segunda, evitaron a toda costa el tema de que era sacerdote. Tercera, resultó que el hombre era de Culiacán, pero culichi clase media sin un judas Tadeo, una virgen de Guadalupe o un rosario en el tablero no es normal. Conclusión, muy probablemente eran aleluyos y unos medio amargadillos jajajaja.

Dejen lo amargados, ya a media rumorosa me salió con que no iba a Tijuana sino a Tecate, atando cabos de las pocas palabras que soltaban me di cuenta que era la primera vez que iban a Tecate; casi me muero cuando se salió en el hongo y se fue por la libre a Tecate 40 km antes, pero bueno “a caballo regalado no se le ve el colmillo”. La idea de ellos, no tan descabellada era que agarrara taxi en Tecate a Tijuana. Sin embargo, y aquí es donde sacaron todo el cobre de gente sin tripas es que en Tecate ni sabían para dónde agarrar y en donde les dio la gana me aventaron a media calle.

Eran las 3:17 de la tarde cuando me abandonaron en un boulevard (aclaro, Tecate es desconocida también para mí) con 50 minutos para que el vuelo salga, en otra ciudad, si en algún momento creí que perdí mi vuelo fue allí. Perdido, triste, flaco (esta es la única parte del relato donde los críticos dudan de la veracidad de los hechos), ojeroso y sin ilusiones, sólo y “desmanparado” (dijo una anciana del Nuevo León)  comencé a caminar por el boulevard “sin rumbo” pasé por una estación de policía y le pregunte a un oficial que caminaba donde podía hallar un taxi, al decirle que era para llegar al aeropuerto de Tijuana me vio con cara de “pobre diablo” pero me dijó — aquí a tres cuadras adelante está la central, allí hay taxis, quizá alguno te lleve.

Le di las gracias y salí corriendo como loco, llegué a la central y vi a los taxistas que estaban echando plática afuera, llegúe y les pregunte que cual era el más bueno para pisarle y sacarme de un gran apuro. Como cosa de película , el susodicho no estaba en la bola, todo apuntaron en una dirección y en un rincón, bien misterioso estaba el taxista. Le expuse la situación, y accedió, le pedí que se fuera por la carretera de cuota; eran las 3:27 cuando me subí al taxi, a 150 por hora iba por la carretera, y sacando a relucir el talento de su oficio iba zigzagueando entre el tráfico tijuanense.

En el taxi pensé que la prueba de fuego era el aeropuerto, así que empecé a prever todas las posibles dificultades. Primero, me quité todo lo que llevaba conmigo, empezando con el cinto y lo eche al equipaje de mano, del equipaje para documentar puse en una bolsa exterior previendo que me tuviera que llevar todo arriba. Cuando llegamos al aeropuerto eran las 3:50 (15 min de Tecate al aeropuerto es un record), pero faltaba ir al retorno, el taxista me dijo, —padre, si se espera al retorno lo deja el avión, ¿aquí? —, —aquí hijo— respondí. Sin pensarlo dos veces me bajé, salte el camellón con equipaje al lomo, me le atravesé a los carros y corrí al aeropuerto.

Corriendo como loco me salté las filas y cuando la gente me miraba feo les decía —mi vuelo sale en 15 minutos— y me dejaban seguir jejejeje, pase la primera revisión y en los pasillos los empleados no me querían dejar llegar a ventanilla. En mi desespero les dije, —miren sé que es su trabajo y que no me queda mucha esperanza, pero dejen al menos que me rompa mi ilusión la de la ventanilla, que son 50 pasos más­— les dio tanta risa que me dejaron seguir no a ventanilla sino a abordar, me pusieron sala y vuelo en la hoja y segui corriendo, en la segunda revisión me alcanzó la de ventanilla y allí me documentó, pase los rayos x y el detector de metales y salí disparado al avión; en 5 min pasé todos los controles de seguridad del aeropuerto de Tijuana jajajaja, (creo que es otro record). A las puras 4:00 estaba sentándome en mi lugar en el avión, al sentarme me alcanzó todo el cansancio de la odisea y caí dormido hasta que aterrizamos jajajajajaja.

Bueno esa fue la aventura de la pura ida, hay aventuras que suceden solas en la vida y otras de debemos hacerlas suceder; hay milagros que Dios realiza sólo y otros que necesita de nosotros para hacerlos posible. Creo que esta aventura fue de este segundo tipo de milagros jajajaja, hasta pronto.†

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