
La
semana pasada tuve un viaje relámpago a Culiacán a casar a una querida amiga de
tiempos de la prepa, que por demás tenía 12 años sin ver. Dejando de parte la
belleza en sí misma de los reencuentros con amigos de aquellas épocas, el viaje
de ida en sí mismo fue toda una aventura épica.
El
vuelo lo tenía ya de tiempo listo para salir de Tijuana el viernes 5 de dic a
las 4:10 Pm. Todo iba de acuerdo al plan hasta que nos llegó un difunto de
última hora (valga la redundancia) a las 11:00 de la mañana de viernes, y me
tocó celebrarlo pues el padre ya tenía actividad agendada. Viendo que 4 horas
no sería suficientes para llegar del valle a Tijuana contando que iba en
autobús llamé a la familia del difunto y les pedí media hora más temprano la
misa, gracias a Dios accedieron. Celebré la misa al modo habitual (aunque mi
agenda se esté cayendo a pedazos la misa se celebra a su ritmo) a las 11:10
salí de la misa en sólo 50 min. Salí del valle llegué a recoger a los que me
iba a cuidar el carro y llegué a la central. No había camión hasta la una
(demasiado tarde para mis planes que era estar en Tijuana a las 3:00 cuando
mucho) corrí el puente peatonal a la estación de los transportes de Guasave,
alcancé un camión que “estaba por salir” y a las 12:10 estaba sentado en el
autobús (agenda en orden hasta allí).
Aquí
empieza la tragedia, los camioneros, iban a su ritmo, con atole en las venas y
además noviando y la vida y tiempo de los pasajeros giraban en torno a la de
las dos “muchachonas” que iba adelante. Salieron cuando les nació, se pararon
a echar gasolina y de pasaba bajar a las señoritas a que compraran lo que
desearan y al ritmo de los enamorados,
LENTO. Mientras mi paciencia iba de un hilo. Por fin era la una y algo cuando
pudimos salir de la ciudad, pensé (aún estamos en tiempo).
Al
llegar al retén militar de la rosita era como la 1:30, el problema, había 7
camiones delante. Recordemos, en el retén camión por camión, bajan a todos,
sacan las maletas de abajo, las pasan por detector de rayos x, las vuelven a
subir, y cachean a los que tienen mala pinta. Bueno, el asunto, además de los 7
camiones, en el mío venías como 6 señoras con chicas maletas y que apenas
podían con su alma y dos buchoncillos que pedían a gritos ser revisados. Medí
tiempos y note que sentado en el camión no llegaría a tiempo. Después de
pensarlo un rato me bajé del autobús.
Corrí
al de mero adelante y le pedí el favor de llevarme, me dijo que iba a ensenada,
si no fuera por eso con gusto. En eso me aborda el militar pues pase el retén
corriendo a pié en medio de ellos jajajajaja, le expliqué la situación y a que iba a Tijuana y a Culiacán y me pidió
mi credencial de sacerdote. Le Expliqué mi desesperación a grado tal de no
parar autobuses sino automóviles; me dijo sereno, —¿automoviles? Si quiere le
ayudo—. Imaginen la escena del militar deteniendo carros y preguntando quien
podía llevar de raite un cura en apuros. No tardó en hallármelo, una pareja con
su niño, pero salió peor el remedio que la enfermedad. Primera cosa sospechosa,
no se dejaron saludar y muy a fuerzas les pude sacar el nombre al presentarme.
Segunda, evitaron a toda costa el tema de que era sacerdote. Tercera, resultó
que el hombre era de Culiacán, pero culichi clase media sin un judas Tadeo, una
virgen de Guadalupe o un rosario en el tablero no es normal. Conclusión, muy
probablemente eran aleluyos y unos medio amargadillos jajajaja.
Dejen
lo amargados, ya a media rumorosa me salió con que no iba a Tijuana sino a
Tecate, atando cabos de las pocas palabras que soltaban me di cuenta que era la
primera vez que iban a Tecate; casi me muero cuando se salió en el hongo y se
fue por la libre a Tecate 40 km antes, pero bueno “a caballo regalado no se le
ve el colmillo”. La idea de ellos, no tan descabellada era que agarrara taxi en
Tecate a Tijuana. Sin embargo, y aquí es donde sacaron todo el cobre de gente
sin tripas es que en Tecate ni sabían para dónde agarrar y en donde les dio la
gana me aventaron a media calle.
Eran
las 3:17 de la tarde cuando me abandonaron en un boulevard (aclaro, Tecate es
desconocida también para mí) con 50 minutos para que el vuelo salga, en otra
ciudad, si en algún momento creí que perdí mi vuelo fue allí. Perdido, triste,
flaco (esta es la única parte del relato donde los críticos dudan de la
veracidad de los hechos), ojeroso y sin ilusiones, sólo y “desmanparado” (dijo
una anciana del Nuevo León) comencé a
caminar por el boulevard “sin rumbo” pasé por una estación de policía y le
pregunte a un oficial que caminaba donde podía hallar un taxi, al decirle que
era para llegar al aeropuerto de Tijuana me vio con cara de “pobre diablo” pero
me dijó — aquí a tres cuadras adelante está la central, allí hay taxis, quizá
alguno te lleve.
Le
di las gracias y salí corriendo como loco, llegué a la central y vi a los
taxistas que estaban echando plática afuera, llegúe y les pregunte que cual era
el más bueno para pisarle y sacarme de un gran apuro. Como cosa de película , el
susodicho no estaba en la bola, todo apuntaron en una dirección y en un rincón,
bien misterioso estaba el taxista. Le expuse la situación, y accedió, le pedí
que se fuera por la carretera de cuota; eran las 3:27 cuando me subí al taxi, a
150 por hora iba por la carretera, y sacando a relucir el talento de su oficio
iba zigzagueando entre el tráfico tijuanense.
En
el taxi pensé que la prueba de fuego era el aeropuerto, así que empecé a prever
todas las posibles dificultades. Primero, me quité todo lo que llevaba conmigo,
empezando con el cinto y lo eche al equipaje de mano, del equipaje para
documentar puse en una bolsa exterior previendo que me tuviera que llevar todo
arriba. Cuando llegamos al aeropuerto eran las 3:50 (15 min de Tecate al aeropuerto
es un record), pero faltaba ir al retorno, el taxista me dijo, —padre, si se
espera al retorno lo deja el avión, ¿aquí? —, —aquí hijo— respondí. Sin pensarlo
dos veces me bajé, salte el camellón con equipaje al lomo, me le atravesé a los
carros y corrí al aeropuerto.
Corriendo
como loco me salté las filas y cuando la gente me miraba feo les decía —mi
vuelo sale en 15 minutos— y me dejaban seguir jejejeje, pase la primera revisión
y en los pasillos los empleados no me querían dejar llegar a ventanilla. En mi
desespero les dije, —miren sé que es su trabajo y que no me queda mucha
esperanza, pero dejen al menos que me rompa mi ilusión la de la ventanilla, que
son 50 pasos más— les dio tanta risa que me dejaron seguir no a ventanilla
sino a abordar, me pusieron sala y vuelo en la hoja y segui corriendo, en la
segunda revisión me alcanzó la de ventanilla y allí me documentó, pase los
rayos x y el detector de metales y salí disparado al avión; en 5 min pasé todos
los controles de seguridad del aeropuerto de Tijuana jajajaja, (creo que es
otro record). A las puras 4:00 estaba sentándome en mi lugar en el avión, al
sentarme me alcanzó todo el cansancio de la odisea y caí dormido hasta que
aterrizamos jajajajajaja.
Bueno
esa fue la aventura de la pura ida, hay aventuras que suceden solas en la vida
y otras de debemos hacerlas suceder; hay milagros que Dios realiza sólo y otros
que necesita de nosotros para hacerlos posible. Creo que esta aventura fue de
este segundo tipo de milagros jajajaja, hasta pronto.†
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