15 de marzo de 2010

Me Levantare y volveré a mi Padre


Hoy quiero recordar este hermoso pasaje del evangelio, el hijo pródigo (Lc. 15, 1-3,11-32) les recomiendo que lo lean en el vínculo antes. Lo he estado reflexionando estos días y me ha vuelto a sorprender descubriendo en él cosas nuevas o las mismas de siempre pero que no había notado de ese modo. Sobre todo como es de similar la imagen del hijo menor a la que podemos vivir como humanidad en este tiempo.

Como vemos el hijo se cansa de vivir a la sombra de su padre, de tener que disponer de todas las riquezas que posee según las “reglas” que él le ha “impuesto” y le pide la parte de la herencia que es suya para irse a disfrutar de la riqueza y los dones como mejor le parezca a él, la biblia es clara, como un libertino (distinto de la verdadera libertad).

Al tiempo las riquezas, lejos de su fuente, se agotan, vienen cosas nuevas que el joven jamás había experimentado: hambre, soledad, desprecio y esclavitud. El joven, que se fue de su padre para ser libre termina siendo un esclavo. Es tratado por debajo de lo que es, el hijo de un gran hombre para ser tratado como un cuidador de puercos donde ni siquiera se preocupan de que coma él sino los puercos. Su vida de “rey” lo llevo a ser un igual con los cerdos (que para los judíos era el ser mas despreciable e impuro).

Pasemos a las conclusiones que sacamos de esto: primero, pedir la herencia en vida es como declarar que para él el padre está muerto; segundo, los dones lejos de su fuente se agotan tarde o temprano; tercero: las riquezas y los dones tienen su manera de usarse y disfrutarse y debe respetarse para que perduren, la “libertad” sin responsabilidad los agota; quinto: el que se aleja de Dios (el padre) para poder ser libre, termina viviendo como esclavo de algo.

Todo esto es tan similar a lo que vemos en la vida cotidiana; primero declaramos a Dios muerto en nuestra vida y en nuestro mundo, “Dios ha muerto afirmo Nietzsche”, y queremos disponer de los dones que el nos Dios como nos venga en gana en un país lejano: el mundo del libertinaje. Al final sin Dios todos nuestros dones se agotan: la naturaleza, la familia, el sentido común, la dignidad, incluso la religión si la vivimos sin Dios. Y terminamos siendo esclavos de las mismas situaciones o dioses que creamos; y al final terminamos como humanidad al nivel de los animales, negándonos entre nosotros mismos hasta lo mas básico porque hay otros intereses de por medio (como los puercos para el patrón). Al final termina faltándole todo lo que jamás falto en su propia casa y tiene que degradarse para conseguir migajas de lo que fue y lo que tuvo al lado de su Padre.

Cualquier parecido con la realidad actual no es coincidencia. Hasta aquí va la historia, el final lo conocemos pero cada quien como dice el hijo, entre en si mismo y valore su vida y diga: “me levantare y volveré a mi Padre”, el sigue allí esperando a que volvamos a su (y nuestra) casa.

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