27 de marzo de 2017

Pleitos de Cantina

       Entre todos los bajos fondos y arrabales que de vez en cuando recorro (seguramente) uno de los más divertidos es el mundo de los borrachos. Tengo un borracho de cabecera (que es vecino) que de cuando en cuando junto con sus amigos de tomada me es fuente de mucha sabiduría e ideas interesantes. Cosa divertida e interesante (antes de que algunos se rasguen las vestiduras) es que  este querido y beodo vecino y amigo tiene una “regla de oro” muy estricta cuando me invita a sus pachangas: “al cura se le respeta”, al que me hable majadero o faltando al respeto se va de la fiesta jajajaja, lo más interesante es que si la cumplió una vez, y no ha sido necesario cumplirla de nuevo.

 Volviendo al hilo principal, surgen de filosofar con borrachos ideas interesantes y “verdaderas”. En uno de esos pleitos cantineros que me estaba echando con uno de los Invitados que ya no hablaba ni muy quedito ni respetuoso, saltó una de las excusas de siempre: “Yo no voy a la Iglesia porque no soy como los Hipócritas que nomás van cuando tienen problemas”. He escuchado la excusa mil veces pero, soló acompañado de briagos podía llegar a la respuesta indicada; me dejó pensando y luego di mi respuesta:

­Déjeme preguntarle algo dije, ¿El que va al médico cuando la enfermedad lo está matando de dolor es hipócrita?­ No lo es, continué Es muy irresponsable quizá, pero hipócrita para nada; más bien es muy honesto pues ante un dolor insoportable reconoce que necesita del médico para curarse­—, —Hipócrita sería aquel que aunque se lo esté llevando la tiznada de dolor por orgulloso ni va al médico ni reconoce que está enfermo—.

Habiendo iluminado el ejemplo le dije: de la misma manera, esa gente que usted califica de hipócrita por ir a la Iglesia sólo cuando tiene problemas, realmente no lo es; podrá calificarlos de descuidados, de irresponsables o hasta atarantados, pero son HONESTOS. Discúlpeme por adelantado; HIPOCRITAS, los que como usted, ni llevándoselos la tiznada o llenos de problemas se acercan a Dios; que sabrá él como traigan la conciencia y ni así les da poquito miedo o vergüenza delante de Dios. Prefiero a esa gente que usted califica de hipócrita porque ya habiendo acercado, por lo que sea, la puedo aconsejar de ya no alejare de Dios; pero a quien ni teniendo problemas se acerca, dice el refrán “el que por su gusto es buey hasta la coyunta lame”.

Acto seguido, todos los otros borrachos soltaron la risa y le decían, ¡ándale ca**on, te dejó callado el cura! Jajajajaja y me daban palmadas jajaja, el alegador se quedó muy tranquilito y como en el evangelio nadie hizo más preguntas y yo con mi vaso de agua mineral rompí la tensión gritando “¡Salud!” jajajaja.


Pleito cantinero aparte, agradezco a este Señor, porque la respuesta que en me ayudo a pensar no se la doy sólo a él sino a todos los que consideran hipócritas a los que buscan a Dios en los problemas. Tiene más posibilidad de salvarse un imprudente honesto que busca a Dios por un problema, que un orgulloso hipócrita que no reconoce que sólo Dios puede darle solución y paz a sus problemas. Hasta pronto. †

23 de marzo de 2017

¡Ven, Bendito de mi Padre!

Ayer 22 de Marzo falleció en Culiacán mi Párroco de toda la vida, el P. Agustín, con 68 años de sacerdote por delante; no me fue posible asistir a sus funerales, pero quiero rendirle homenaje y honra a su vida y a su gloria con un artículo.  Aunque a decir verdad no me creo capaz de hacerle honor de manera completa.

Si pudiera resumir en una parábola lo que la vida sacerdotal del Padre Agustín representa para mí sería en la parábola de la levadura y la masa: “Jesús les contó otra parábola: «Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: la levadura que toma una mujer y la introduce en tres medidas de harina. Al final, toda la masa fermenta.»” (Mt 13,33). Para mí la vida del Padre ha sigo la encarnación de esta parábola; un sacerdote sencillo, “desapercibido”, de “puros sacramentos”. Pero que, en lo oculto, sin ruidos ha hecho fermentar toda la masa.

Para sorpresa de los que vivimos un ministerio sacerdotal lleno de activismo y lleno de proyectos, planes y reuniones, él logró un ministerio fecundo con poco de estas cosas. No lo recuerdo como un sacerdote de reuniones, de agenda, de plan diocesano de pastoral, de muchos grupos parroquiales. Era lo que algunas llamas negativamente “sacramentalista”, sin embargo este “sacramentalista” siempre tenía misas con gente, filas largas en el confesionario y para comulgar; siempre recuerdo que haya habido actividad de grupos juveniles.

Nunca lo vi haciendo grandes actividades de recaudación y sin embargo lo material nunca faltó (de hecho curiosamente lo material faltó hasta que faltó la confesión)  y como cereza del pastel de su tiempo de ministerio en la Parroquia surgimos 3 vocaciones sacerdotales (nos falta uno que seguimos esperando con cariño). Para mí como sacerdote es un gran ejemplo y lección de “buscar primero el reino de Dios” pues sólo le conocí dos grandes actividades pastorales, Sacramentos (sobretodo confesión y Unción) y Oración. Gracias por recordarme que no hace falta reinventar el hilo negro pastoral.

¿Cuál es el primer recuerdo que tengo del Padre Agustín desde que tengo memoria de él en la comunidad de Santa Rosa de Lima? Al Padre siempre sentado media hora antes de misa con la estola puesta y con cola para las confesiones y terminada la misa ponerse la estola para seguir confesando. La Segunda cosa que puedo recordar de él desde niño es que el templo SIEMPRE estaba abierto y siempre salía cunado le tocabas la reja de la casa.

Que cosas puedo recordar y celebrar de él, Un Sacerdote siempre dispuesto a una confesión (de hecho el inicio de mi conversión pasa por una confesión, muy a deshora con él), Un sacerdote siempre disponible para ver enfermos, para salir cunado le tocaban la puerta, que siempre tenía la puerta de la Iglesia abierta, que siempre tenía espacio para una intención más, que nunca las cobraba (y nunca faltaba!). Un Hombre de vida sencilla, sin lujos, sin excesos, con una claridad hermosa para corregirme cuando fue necesario y para enamorarme del ministerio. Su casa la recuerdo como una casa de todos, donde podía entrar una semana después, o 5 años después y ser recibido con el mismo cariño como si me hubiera visto hace media hora.

Le recuerdo muchos consejos, de palabra, como sacerdote (en vida muchos más): “la puntualidad en la misa es una regla de oro, nunca empieces tarde”; respecto a guiar: “el termómetro de una comunidad son las comuniones”; respecto a lo material “nunca andes pidiendo, nunca andes rechazando”; “ten siempre abierto el templo para que si no los puedes atender tú, los atienda el Señor”. Y uno de los que más le agradezco en unas vacaciones de seminario “te sentí frio, no te apagues”.


Me da muchísimo gusto que parta por fin a la casa del Padre, a celebrar el banquete eterno. Sólo pude hallar una foto con usted, donde estamos celebrando misa juntos como sacerdotes, espero un día podamos repetir esa foto en la vida eterna. Le pido que como broto nacido de su vocación interceda por mi alma y por mi comunidad. Me deja un gran recuerdo, un gran ejemplo y unos zapatotes para llenar. Hasta pronto, vaya a disfrutar de la gloria que merece una vida fecunda como la suya y permítame poder algún día alcanzarlo dignamente con un ministerio tan fecundo como el suyo. P. Agustín, ruegue por nosotros. †

18 de marzo de 2017

Seis y contando

Quiero dar gracias a Dios y a todos los que les alegra mi ministerio sacerdotal por estos seis años de ministerio sacerdotal. El quinto aniversario no escribí nada acerca de mi aniversario, creo, como que según la costumbre que ya es habitual en mí, me lo he comido.

Quiero, una y otra y otra y otra vez dar gracias a Dios por todas las grandezas (y caprichos) que me ha concedido a lo largo de mi vida sacerdotal. Súplicas que Dios me ha concedido a manos llenas: le pedí poder vivir intensamente las obras de misericordia y en el apostolado con los migrantes me ha permitido hacerlo a manos llenas, muy por encima de lo que humanamente hubiera jamás imaginado. Dios no ha permitido que se me escape una sola de las catorce, eso sólo basta para estarle profundamente agradecido y en deuda. La segunda (parece rara pero la necesitaba) era convencerme de que existía la maldad profunda en algunos corazones, esa maldad de hueso colorado, rancia y consagrada al enemigo; “desgraciadamente” también esta suplica me la ha concedido, y perfectamente convencido de que existen corazones malvados me siento obligado a luchar por acercar a otros al bien, por convertirme constantemente, me ha hecho consiente de que es Caridad profundad ante todas deshierbar los corazones de lo que puede crecer en veneno profundo. En simple, el convencerme de la seriedad de los malvados me ha hecho tomarme más en serio el sembrar la bondad y la conversión.

Caprichos que le agradezco profundamente: primero, le pedí en una de mis (inusuales) arranques de locura que quería una experiencia  en un campo de refugiados, por ejemplo, en africa; quería vivir de primera mano una de esas “perifecias existenciales” de las que habla el papa. Toma!! Dos meses después empiezan a llegar haitianos a Mexicali y, en la bola por la pastoral de migrantes, me tocó atender a los refugiados. Una experiencia muy hermosa y muy exigente; Dios me permitió usar en estos meses la seriedad que había ahorrado toda la vida jajajajajaja.

El segundo capricho, fue el pedirle tener un ejemplar de una de las biblias más escasas y hermosas que hay en español, una traducción de Juan Strubinger, en general ya se considera aun como simple libro, ejemplar de coleccionista. Meses despues la encontré (mas bien ella me encontró a mi) en nogales, cayo sola en mis manos en un taller de migrantes sin saber que era esa biblia y al leerla sentí que era distinta; para mi sorpresa al ver las primeras páginas descubrí el tesoro que había caído en mis manos. La pedí “regalada” o que le pusieran “precio”, la hermana que me la vendió le puso el precio más caro y hermoso que jamás podré pagar (otro día cuento esa historia). La he apodado, no sin verdad “la biblia más cara del mundo” y el Cobrador de la deuda se ha encargado de que no deje de abonarle. Agradezco a Dios por ese tesoro que ha sido esa biblia para mi vida y con gusto le sigo pagando el precio que me puso la hermana.

El último regalo que Dios me ha hecho este año es el permiso del Cardenal Sarah para celebrar misa “ad orientem” (de espaldas al pueblo). Lo inicié por curiosidad, pero esa misa me enganchó y me enamoró, la celebro todos los martes. Me ha enamorado más de la eucaristía y del misterio sobrenatural de la liturgia; verdaderamente su cadencia inicia de mi indignidad humana y termina en la grandeza divina de Jesús y su Iglesia.

Ayer mi comunidad me festejó, mi mamá me acompañó también, Dios me regaló, como en toda pachanga, pecadores arrepentidos que me pidieron confesión a media fiesta y que con gusto perdoné. Me hizo descubrir que necesitaba pedirle un capricho más que es necesario para seguir construyendo su reino. A su tiempo se los compartiré.


Cuál es el resumen de este año, Dios me ha hecho sentir pequeño, indigno como nunca; pero a la vez me ha hecho sentir lo “en serio” que me toma y eso me llena de gratitud y de temor. Creo que Dios me pedirá que siga tomándome a la ligera muchas cosas y que “ahorre seriedad” porque de verdad habrá “pequeñas” cosas en las que necesitará toda la seriedad de la que sea capaz y si Dios quiere toda la cruz de que sea capaz. Hasta pronto. †

1 de marzo de 2017

¡Hay que Bautizar a la Muerte!


¡Lo digo en verdad! Necesitamos bautizar de nuevo a La muerte que anda un poco desubicada y se le olvidó su lugar en el mundo y en la Iglesia. Hace tiempo la Muerte Corporal era también fiel y devota feligrés de la Iglesia católica, tan devota que San Francisco de Asís mismo la alaba. La Muerte, tenía un lugar propio en la vida de la iglesia para ella que le daba todo el valor y respeto que merecía. ¿Cuál era ese lugar privilegiado de la Muerte? A los pies de Cristo Resucitado, derrotada y con sus alas y guadaña rotas por tierra.

Pero llegamos la generación de creyentes de Juguetito, “made in china” que a la primera nos rompemos, que todo nos asusta y nos puede, que sólo nos gusta lo bonito y dulzón y nos incomoda lo feo. Y algún innovador entre la bola (seguramente de cura para arriba) pensó: “se ve muy bonito Jesús resucitado, pero ese esqueleto de abajo lo hace ver muy feo, hay que quitárselo”.




Y tanto miedo nos dio pensar en la muerte que sin darnos cuenta terminamos por no pensar nunca en la resurrección. Quitamos a la muerte para que no “estorbara” la resurrección de cristo; pero ¡oh sorpresa!, resulta que había resurrección precisamente porque hay muerte y negarle a la muerte, su privilegio de estar a los pies de Cristo terminó por negar para los que morimos nuestro privilegio de estar con el que Resucitó.
   
 Y ahora la muerte, corrida de la Iglesia católica, anda loca y desubicada y como no la dejamos estar a los pies de Cristo anda de metiche en todos los periódicos y en todas las colonias y en todas las familias. Y como no la dejamos ser católica e hincarse delante de Dios ahora, hasta ella, como todo orgulloso, ha fundado su propia religión y se autoproclama “Santa” y cuando antes llevó a los hombres a los pies de Cristo ahora los lleva a los pies del Demonio.

Otro, antiguo miembro de la Iglesia es “la Carne”, también con un lugar privilegiado que le arrebatamos. Si han visto crucifijos antiguos estos solían tener al pie de la cruz un cráneo; que al igual que la muerte a los pies de Cristo nos “incomodó” y terminamos por correrlo de la Iglesia.

¿Qué era ese Cráneo a pie del crucificado? Era el cráneo de adán, raíz de la salvación, semilla del árbol de la cruz. Pues la necesidad de ser salvados por Jesús era precisamente por ser sus hijos, por compartir su carne y sus huesos y su pecado. También Jesús compartió como hijo de adán nuestra carne, enferma por la herida original y podíamos ser salvados por él precisamente porque teníamos la misma “Carne”, todos teníamos como raíz el mismo hombre, adán, y como hijos de él todos nos parecíamos en lo mismo, morirnos.

Pero nos dio miedo pensar que somos de “carne”, nos ofendió “nacer con pecado” y corrimos a Adán de la Iglesia con todo y su “Carne”, con su Cráneo y todo recordatorio de que somos “pecadores”. E Igual que la Muerte, la carne anda loca y desubicada y en ver de estar donde debería, al pie de la Cruz, anda por todos lados en las pachangas y en los corridos; la tratamos bastante bien pues la perfumamos, la vestimos de marca, la llevamos a Restaurantes y de Antro y al Casino y le regalamos condones y píldoras del día siguiente; y la dejamos que un día sea hombre y otro día mujer y otro las dos cosas para que no se peleen, pues como es diosa y reina “es su derecho”.

Y terminamos por tratar tan bien a la “carne” que hasta se Cree diosa y se volvió incapaz de ofrecer nada a Jesús pero si capaz de pedirle todo como su sirviente. Y por eso sus devotos no la llevan su propia “carne” ya a la Iglesia a dar gloria a Dios, pero si le piden a “Jesús el sirviente” todo lo necesario para que “Doña Carne” viva glorificada. Y el creyente sin la “Carne” raíz de la salvación, jamás podrá ver el “Fruto” de la vida eterna.

Volviendo al inicio ¡Hay que Bautizar la Carne y la Muerte!: Bauticen su carne y que pase de diosa que todo merece a sirvienta que también tiene que dar a su Señor, que pase de “Fruto para gozar” a raíz del  “Fruto que no se Pudre”. Bauticen a su propia muerte corporal y tráigala de regreso a la Iglesia para que viéndola siempre en el lugar que merece, después lleve nuestros ojos hacia “Aquel que la ha Derrotado”. †