Ya
regresé hace unos días de mis vacaciones, muy disfrutadas por cierto; y uno de
los grandes placeres de salir de vacaciones es que como a eso de las 3 semanas
uno ya empieza a extrañar su parroquia y empieza a hacerle falta. Regresar a mi
comunidad me genera dos placeres que creo que son bastante interesantes de
mencionar; pues si quieren hacer que un sacerdote sea feliz en su parroquia (donde
ustedes salen ganando) los considero necesarios.
El primer placer es el placer del Fodongo. Es
como cuando llegas a tu casa y te pones en fachas con tus chanclas o descalzo y
con la ropa cómoda que hace saber que ese día ya nada te hace salir de casa.
Regresas a la parroquia me hace sentir esa comodidad, que nada tiene que ver
con pereza. La comodidad de estar con tu comunidad de misa diaria y predicarle
a corazones de sobra conocidos, la comodidad de celebrar a “tu” ritmo, con los
objetos litúrgicos que te son cotidianos y queridos. Ese placer que de que estás
en tu casa, no en tu “lugar de apostolado” y estas con tu familia, con tus
hijos, con son meros “feligreses”.
El segundo placer es el placer del
Guerrero. Es como el de un capitán que se siente seguro de una
victoria porque sabe la fuerza que posee en sus soldados. En mis vacaciones
siempre te toca atender una que otra eventualidad, ayudar a algún amigo con
misas, ver a algún enfermo que se cruzó en mi camino, o alguna caridad en la
calle. Sin embargo, en vacaciones siempre me siento “corto” o limitado en
cuanto a hacer caridad o apostolado, porque siento que sólo soy “yo”. Como un
capitán sin ejército, es menos capaz que con él en la guerra, fuera de mi
parroquia me siento menos capaz de todo porque me faltan mis “soldados”.
En
Mexicali, en mi parroquia me siento completo porque ante muchas situaciones se quién
me puede ayudar, se quién tiene la capacidad para ayudarme en un servicio u
otro; se cómo brincarme a los guardias del hospital cuando andan de malas y no
me dejan ver enfermos (no sigan mi ejemplo jajajaja), se con que albergue
contar si hayo un sin techo o a que dispensario médico ir si hallo un maltrecho;
Sé que jóvenes están siempre disponibles si quiero llevar comida o ropa a
necesitados. Esa “comodidad” o “seguridad”
que separa al que pelea a mano limpia y solo, del que lucha con SUS ARMAS y con
sus HERMANOS DE ARMAS es el placer del guerrero.
Estos
son los dos placeres siento siempre que regreso a mi parroquia, lo sentí en el
Valle y me da muchísimo gusto sentirlo también ya en la Sagrada Familia. Y si
quieren hacer feliz a un sacerdote en su comunidad hagan que sienta esos dos
placeres y no habrá manera de que vivan en una Parroquia infeliz. Hasta pronto.
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