17 de agosto de 2016

Los Placeres de ser una Rata de Parroquia

Ya regresé hace unos días de mis vacaciones, muy disfrutadas por cierto; y uno de los grandes placeres de salir de vacaciones es que como a eso de las 3 semanas uno ya empieza a extrañar su parroquia y empieza a hacerle falta. Regresar a mi comunidad me genera dos placeres que creo que son bastante interesantes de mencionar; pues si quieren hacer que un sacerdote sea feliz en su parroquia (donde ustedes salen ganando) los considero necesarios.

El primer placer es el placer del Fodongo. Es como cuando llegas a tu casa y te pones en fachas con tus chanclas o descalzo y con la ropa cómoda que hace saber que ese día ya nada te hace salir de casa. Regresas a la parroquia me hace sentir esa comodidad, que nada tiene que ver con pereza. La comodidad de estar con tu comunidad de misa diaria y predicarle a corazones de sobra conocidos, la comodidad de celebrar a “tu” ritmo, con los objetos litúrgicos que te son cotidianos y queridos. Ese placer que de que estás en tu casa, no en tu “lugar de apostolado” y estas con tu familia, con tus hijos, con son meros “feligreses”.

El segundo placer es el placer del Guerrero. Es como el de un capitán que se siente seguro de una victoria porque sabe la fuerza que posee en sus soldados. En mis vacaciones siempre te toca atender una que otra eventualidad, ayudar a algún amigo con misas, ver a algún enfermo que se cruzó en mi camino, o alguna caridad en la calle. Sin embargo, en vacaciones siempre me siento “corto” o limitado en cuanto a hacer caridad o apostolado, porque siento que sólo soy “yo”. Como un capitán sin ejército, es menos capaz que con él en la guerra, fuera de mi parroquia me siento menos capaz de todo porque me faltan mis “soldados”.

En Mexicali, en mi parroquia me siento completo porque ante muchas situaciones se quién me puede ayudar, se quién tiene la capacidad para ayudarme en un servicio u otro; se cómo brincarme a los guardias del hospital cuando andan de malas y no me dejan ver enfermos (no sigan mi ejemplo jajajaja), se con que albergue contar si hayo un sin techo o a que dispensario médico ir si hallo un maltrecho; Sé que jóvenes están siempre disponibles si quiero llevar comida o ropa a necesitados. Esa “comodidad” o “seguridad” que separa al que pelea a mano limpia y solo, del que lucha con SUS ARMAS y con sus HERMANOS DE ARMAS es el placer del guerrero.

Estos son los dos placeres siento siempre que regreso a mi parroquia, lo sentí en el Valle y me da muchísimo gusto sentirlo también ya en la Sagrada Familia. Y si quieren hacer feliz a un sacerdote en su comunidad hagan que sienta esos dos placeres y no habrá manera de que vivan en una Parroquia infeliz. Hasta pronto. †